Podría dejar muchos espacios en blanco para expresar el tiempo que pasó (unos 120 minutos) entre la hora prevista del inicio del show y el momento en que el fortachón Mojo Morgan pisó el escenario del Cabaret Berlín, situación que encrespó con razón a más de tres espectadores, pero no perderé el tiempo en monsergas ni me meteré con los promotores porque quizás no fue culpa suya y me centraré en los dos componentes de Morgan Heritage que se acercaron a Bailén 22 con una limusina gentileza de los organizadores que a juzgar por el retraso no le debían funcionar muy bien las marchas.

Peetah y Mojo Morgan hicieron una entrada dirección al camerino al estilo campeonato del mundo de los pesados donde sólo faltaba el inefable Don King atravesando la multitud con toallas en la cabeza y con cara de pocos amigos, el tiempo apretaba demasiado.

El recinto del Cabaret Berlín, sala que parece que le ha cogido el gusto al reggae, cuando está abarrotada tiene serios problemas, no de sonoridad sino por culpa de la enorme barra central que dificulta el acceso hacia el escenario y también por las gigantescas columnas que no le hubieran molestado al Inspector Gadget pero a nosotros sí. Por desgracia no disponemos de un “Gadgeto-cuello”.

Mojo Morgan es el percusionista de Morgan Heritage, dato nada novedoso pero que conviene recordar para valorar sus flojas prestaciones vocales.

Su “set” empezó prometedor con una potente base en la que el artista “rapeó” con gracia demostrando que es el estilo donde mejor se mueve pero cuando empezaron las loas a Selassie, las luces se tornaron sombras.

Este cruce entre Hip-Hop y religión aparentemente incongruente, no debería extrañarnos, la unión entre Brooklyn y Jamaica puede dar estos resultados y además los ritmos americanos son muy frecuentes en el universo Dancehall, aunque a un servidor le sigue descolocando.

Hasta llegar al final con su Hit, “Million Dollar Check”, Mojo transitó por “One Love”, el “Automatic Riddim”, intentó conquistar a una Gambiana del público, lanzó refrito tras refrito y hasta asombró negativamente con un infumable “cover” de “Roxanne” de The Police.

Discretísimo.

En el panorama musical jamaicano actual, encontrar a alguien que cante en el sentido más ortodoxo del término canto, es complicado, eso si nos atenemos evidentemente a la acepción: Arte o técnica de cantar o emitir sonidos armoniosos con la voz humana” y no en la de “Emisión de sonidos estridentes por parte de algunos insectos”.

Peetah Morgan es de los pocos artistas que queda en la Isla del Tesoro asociado a la primera definición.

Posee una grata y natural emisión de voz capaz de llegar a realizar agudos estratosféricos con una facilidad pasmosa. Los luce desde las primeras notas de “Tell Me How Come” y no los soltará durante toda la velada.

Peetah tiene clase suficiente para pasar de un registro feroz a uno más suave como el de algunos de sus Hits en solitario como “I’m Love With Ya”. Un show corto al que no le sentó nada bien tener que compartirlo con su hermano.

Cogiditos de la mano (es un decir) terminaron el concierto con poderío: “Hail Up The Lion”, “My Best Friend” o “Nothing To Smile About”, muestras de buen reggae que se mezclaron con un sentimiento de añoranza a toda la familia entera.

Special Delivery les acompañó en los platos sin alardes pero con oficio.

Ya me perdonaran ustedes pero uno prefiere a los Morgan todos juntitos aunque sean revueltos. Porque como decían Gaby, Fofó y Miliki, “No hay nada más lindo que la familia unida, unida por los lazos del amor”.

¿Valió la pena la larga espera? División de opiniones.

Texto: Barracuda
Fotos: Laia Buira