Crónicas from Kingston: GP (General Penitentiary)
No se que circuito de mi cerebro anda un poco averiado para que me fascinen tanto lugares tan sordidos. Hace años escuchaba a Black Uhuru cantar un tema llamado General Penitentiary, me gustaba mucho. La primera vez que me topé con sus muros iba conduciendo del aeropuerto al Downtown. La Gp está en East Kingston, construida pegada al mar, sus muros y sus garitas hielan la sangre cuando uno las observa. Dentro de mi cabeza no dejaba de pensar, “daría una mano por poder entrar dentro 5 minutos y ver como es la vida interna de la prisión de máxima seguridad de una de las ciudades más conflictivas del mundo”.
Como dice otra canción la vida te da sorpresas, y a mi la vida me tenía reservada una bien grande. Me presentaron un día a un locutor de radio, activista de derechos de los presos que me contó que tenía un programa llamado SET de rehabilitacion de presos a través de la música. No tardé un segundo en preguntarle si me llevaría con él un día. Me dijo que me metiese en la web del ministerio de seguridad rellenase un formulario y podría acompañarle sin problema. Para más inri, Jah Cure era uno de los presos del programa.
Las visitas son los miércoles por la mañana. Además los miércoles es el único día donde se permite a familiares llevar comida a los presos, con lo cual se puede ver en el extrerior una larga cola de gentes trayendo todo tipo de comestibles. Me llamó mucho la atención que encima del letrero de General Penitentiary habían colgado uno tapandolo que ponía Tower Street Correctional Center, le pregunté a mi amigo Kevin a que se debía el cambio, me contestó que era un nombre más humanitario. ¡Toma ya!
La fachada de la entrada principal es a la vez hermosa y espeluznante, una pequeña puerta pegada nos dio acceso al centro. Teniamos que identificarnos y recibir una tarjeta de visitantes para entrar en el recinto. Ahí mi mente que ya estaba a mil por hora no dejaba de hacer fotografías mentales y tratar de archivar en mi memoria la mayor cantidad posible de imágenes. En una habitación pude ver a unos cuantos funcionarios con guantes de latex, metiendo las manos en los guisos que familares traian a los presos para asegurarse que no iba ningún objeto no deseado como regalo adicional dentro de la comida. Un poco más adelante, según iba avanzando hacia la puerta que conducía a las galerias, la tipica sala de visitas. Los funcionarios no van armados excepto los que están en las garitas que te están apuntando con un viejo fusil constantemente. Uno no puede por menos que asociar el termino máxima seguridad a algún tipo de tecnologia moderna, ya sean camaras, puertas automáticas u otros inventos por el estilo. Nada de esto hay en Gp, la máxima seguridad es que como te muevas donde no debas, te meterán un tiro con máxima seguridad.
Estuvimos un rato esperando a que un funcionario nos acompañase a la sala de rehabilitación. Por el camino que iba a través de las galerías, para mi sorpresa muchos de los presos andaban sueltos y estaban al alcance de mi mano. Y lo más chocante al principio, es que quizá, por la influencia del cine pensamos que los presos tienen pinta de presos, ¿no? Pues no, los presos de Kingston no tienen pinta de presos, ¿o es que quizá los que tienen pinta de presos son los ciudadanos normales del ghetto? No se.
Bueno, como esto es un blog y no una novela voy a abreveviar. En la sala de ordenadores comenzamos rezando de la mano con el grupo de unos 20 individuos, después comentamos problemas y sugerencias. Visité la radio y la sala de grabación y de ensayos. Estuvimos como dos horas y nos fuimos.
El año pasado el programa pasó a depender de Carla Gulotta, activista italiana que me propuso hacer un pase de mi documental Why Jamaicans Run so Fast para 300 presos. Por supuesto acepté encantado. He visto reaccionar a gentes de muchos paises a mi trabajo, pero sin duda ver y sentir como reaccionaban 300 presuntos criminales era de un interés enorme.
Cuando entré en la sala estaba petada con 300 presos apiñados a una temperatura de casi 40 grados. Y yo allí, emocionado y convencido de que mi docu iba a ser un acontecimiento.
Pero por más optimista que soy, nunca pude pensar que la cosa sería tan barbara. Por momentos el ruido a las reacciones a la película eran tan atronadoras, que me parecía el momento perfecto para hacer un motín, tomar al whitie de rehén y pedir que les dejasen a todos libres. Pensé que había hecho un trabajo que gusta a mucha gente, pero a nadie emocionó más que a un puñado de criminales. Hasta unos limites impensables para mí. Dos orejas y rabo y salida por la puerta grande.
Ayer me llamo Carla de nuevo, la Unión Europea ha aprobado unos fondos para mejorar el programa, y por supuesto que pienso ser parte de el.
Texto: Fernando García-Guereta
Vía: cronicasfromkingston.reggae-blog.net