Crónica Groundation en Madrid
Groundation, territorio en expansión
Groundation volvió a Madrid tres años y un LP después, tras aquel concierto de junio de 2010 en la sauna Rock Kitchen. Un vistazo a la Sala Arena media hora antes del concierto hacía prever una noche mucho más cómoda que la de aquella primera visita de los californianos. Tanto para la banda, que en este escenario podría tocar sin darse codazos al mínimo movimiento, como para el público, que llenó moderadamente la sala y no sufrió las inclemencias de la falta de espacio y ventilación.
Groundation volvió a Madrid y desde la primera canción silenció al público. Este hecho, no reseñable a priori, es noticia en Madrid, donde los asistentes convierten habitualmente los conciertos (esa misma semana Goymamba en Siroco y Tasty Grooves en Tempo Club) en un murmullo constante que por momentos rivaliza con las bandas por hacerse con el dominio sonoro de la sala. Una de cal y una de arena en la escena de Madrilonia: la calidad y diversidad de las propuestas es mayor que hace no mucho tiempo, pero el público no parece valorarlo a juzgar por el bullicio que ensombrece los conciertos (no sólo de bandas locales, por cierto, basta recordar la presencia de Clinton Fearon hace unos meses en Siroco).
Antes de que Groundation pisara al escenario, el francés Vanupié, otro timbre vocal realmente singular, defendió notablemente su repertorio en acústico y condujo al público hasta las inmediaciones de un territorio poco explorado en estas latitudes. No obstante, la gran mayoría de los asistentes sabía de antemano que la noche era una de esas citas serias, como sugiere la sentencia de una de las camisetas que vendía la gente de Soulbeats Records: «Groundation, preserving the history and integrity of Reggae Music» (preservando la historia y la integridad de la Música Reggae).
Pero más allá de intenciones y de su tono solemne, la contundencia y éxito de Groundation se asienta sobre razones puramente orgánicas. Groundation visita Madrid y enmudece por fin a su público de la misma manera que la exuberante naturaleza del nuevo continente enmudece al visitante europeo cuando la contempla por primera vez. Groundation es una selva tropical frente al bosque mediterráneo al que estamos acostumbrados. Una jungla frondosa, intrincada, diversa, excesiva para algunos; trenzada por las raíces del roots y el dub, las ramas del jazz y los brotes del funk. Un ecosistema cambiante y complejo, con espacios abiertos radiantes y recodos umbríos y densos.
La profundidad y espesura de esta jungla es la que corresponde a una banda de siete componentes con una calidad musical incontestable. Seis instrumentistas de primer nivel y dos voces personalísimas. La primera, la del cantante y letrista Harrison Stafford, nos guía por la inmensidad del bosque con juegos vocales insólitos, aullidos, plegarias, desgarros y alabanzas varias a la grandiosidad de la naturaleza (musical):
Oh! Tonight, let them be free tonight!
Oh! Tonight, let them stay free tonight!
…
They ask me why I play music…
Music is the Most High!
La segunda voz, que refuerza la singularidad de la banda en este terreno, no es otra que la de Kim Pommell. La corista se ha ganado a pulso ser acreditada ya como cantante: su peso específico ha aumentado tanto en directo como en las dos últimas grabaciones de estudio, Here I Am (2009) y Building an Ark (2012), y en la Sala Arena estuvo acompañada como es habitual por una segunda corista, también impecable toda la noche.
La gran novedad, con respecto a los conciertos de Madrid en 2010 y Bilbao en 2009, fue la incorporación a la banda del saxofonista francés Rico Gaultier, en lugar del trombonista Kesley Howard. A la altura del resto, el saxo se integró a la perfección en el ecosistema y brilló con luz propia en los solos correspondientes, una de las señas de identidad de la banda. No es de extrañar. Los grandes espacios naturales, los paisajes únicos, son por definición conjuntos sobrecogedores. Pero en ellos destacan también los detalles, elementos aislados que nos cautivan y abstraen antes de volver al plano general.
Una cascada de varios metros de altura; conjuntos rocosos de formas insólitas; el tronco descomunal de un árbol centenario; una playa reluciente al pie del palmeral… Los solos del teclista Marcus Urani o el trompetista David Chachere; del percusionista Mingo Lewis Jr. o el batería Te Kanawa Haereiti; del bajista Ryan Newman; de la citada cantante Kim Pommel… nos atraparon a lo largo de la noche en diversos momentos y nos devolvieron al centro mismo de un territorio único y profuso, para volver a descubrirlo enriquecido, desde una perspectiva cada tema más amplia.
Que a nadie le extrañe que el repertorio de los conciertos de Groundation sea tan cambiante de una cita a otra, que no toquen el himno esperado pero sí un tema que no imaginábamos escuchar en vivo… Así es la naturaleza, distinta y única según la estación y las condiciones, para mayor disfrute del explorador o viajero.
No hay mucho más que contar. No importa si Groundation tocó en esta ocasión tantos temas del último disco (Building an Ark, 2012) como del segundo (Each One Teach One, 2001); o si rescató Glory to the Kings del primero (Young Tree, 1999) con un solo de bajo directo desde el corazón de las tinieblas de las músicas negras…
Qué más da si no tocaron ningún tema de Upon the Bridge (2006)… Qué importa si el solo de trompeta que alumbró Jah Jah Know fue aún más inquietante que la vez anterior… Para qué mencionar los majestuosos juegos vocales de Payaka Way o el diálogo de los vientos en Daniel…
Lo importante es que Groundation nos sorprenderá en Rototom con un paisaje nuevo y distinto. Nos seguirá revelando sendas inexploradas dentro de cada una de sus canciones.
Tenemos el setlist completo a disposición de viajeros metódicos o nostálgicos. Pero los árboles no pueden impedirnos ver el bosque: Groundation es una selva esplendorosa donde la integridad y la historia del Roots Reggae se preserva. Y se expande.
Víctor Castro
Bass Culture Posse
Fotografías: Fernando Fernández Hevia