Hoy nos despertamos con las redes sociales echando humo. Unos orgullosos de celebrar su españolidad y otros que entendemos que no hay nada que celebrar en tanto en cuanto que lo que se celebra descansa sobre un hecho histórico que nos parece tan negativo y odioso hasta el punto de  avergonzarnos. La llegada de Cristóbal Colon al continente americano y el posterior expolio, saqueo y la destrucción de culturas e identidades de diversos pueblos que habitaban en aquel momento el continente. Identidades que aún se andan buscando y reivindicando.

No es menos importante añadir que este «Descubrimiento» dio pie a uno de los fenómenos más ominosos y vergonzantes de la historia. La trata de esclavos. La ascensión de la clase burguesa, el desarrollo de la banca, de las ciudades y en definitiva, el gérmen del capitalismo; unido a un «nuevo mundo» a explorar y explotar, hacían esencial la necesidad de proveerse de una enorme cantidad de mano de obra barata o gratuita.

A lo largo y ancho del mundo van y vienen barcos negreros, destrozando familias, separando padres de hijos, hermanos y abuelos. Sometiéndolos con la fuerza y con la Biblia. Con la enfermedad y con el miedo.

Por esto y mucho más la Asociación Cultural Reggae no va a ser partícipe en la celebración de lo que nos parece el mayor genocidio humano de la historia del hombre. Un Genocidio del que NADIE se acuerda, por el que no hay reparaciones (ni se las espera) y por el que nadie ha pedido PERDÓN.

Hace un momento me cruzaba con un video, las redes sociales son estupendas en esto, en el que Australia pedía perdón a sus compatriotas aborígenes por haber intentado destruirles, por cosas tan concretas como el robo de niños o el cruze con otras etnias para eliminar la raza. No es suficiente pedir perdón, ni por asomo. Pero es un principio.

¿Para cuando un reconocimiento a las víctimas de este holocausto?

Tampoco lo esperamos.

Entre tanto los gobiernos europeos se apuntan votos, obra y gracia de la crisis de los refugiados sirios, y del pequeño Aylan, mientras blindan sus fronteras a ciudadanos de países que hemos destrozado y se impone el nuevo orden mundial de identidades vacías y esclavos felices, poseedores de cientos de objetos, esclavos  que engordan en sus poltronas y hacen la revolución delante de una pantalla de ordenador.

El futuro no parece ser muy alentador, por eso hoy abrimos la redacción y curramos como cualquier otro día.

Alberto «Lupo» Guzmán