Can you hear that? (Bam Bam.) Crónica Toots & The Maytals, 2/05/2017 Sala Apolo (Barcelona).
Pensemos el mismo escenario catorce años antes. Dos mil tres. En la tertulia –todo un ritual-, previa a la actuación de una figura consagrada de la música jamaicana, siempre nos preguntábamos lo mismo. Exactamente. Y lo seguimos haciendo. Así fue con Laurel Aitken, Desmond Dekker, Alton Ellis, Derrick Morgan, Ken Boothe, Gregory Isaacs, Doreen Shaffer y tantos otros. Todos ellos sobrepasaban los sesenta años, algunos con creces. Sin embargo, no considerábamos su avanzada edad un motivo de peso para no exigir el disfrute de sus voces tal y como las habíamos conocido a través de las grabaciones. Aquel diecisiete de julio pudimos comprobar cómo Frederick Hibbert (May Pen, Clarendon, Jamaica, 1945) era capaz de hacer vibrar al respetable con la potencia de su voz ligeramente quebrada, más propia del blues, el rock ‘n’ roll y el soul que de los ritmos sincopados.
El pasado dos de mayo, en su último regreso a Barcelona, Toots volvió a reivindicarse como uno de los cantantes más importantes de la historia de la música jamaicana. Y su aval no son las nominaciones a los Grammy –ni siquiera el premio mismo, conseguido en 2004 por ‘True Love’- sino su voz. Simple y llanamente. Y, pese a que el caribeño se defendió notablemente, sería engañarnos a nosotros mismos pensar que todo sigue igual.
A sus casi setenta y cinco años, Hibbert, quien se atribuye ser una de las primeras personas en utilizar la palabra reggae (cuando no su invención en Do The Reggay), ofreció un espectáculo de casi dos horas de duración. Se dice pronto. Para ello, se hizo acompañar de buena parte de los músicos que han formado parte de Toots & The Maytals en las últimas cuatro décadas. Algunos de ellos, a imagen del propio Toots, leyendas vivas de la música jamaicana. Sin ir más lejos, Clifton ‘Jackie’ Jackson tocó durante cinco años con The Supersonics –y Tommy McCook en cabeza- al mando del mismísimo Duke Reid. Suya es la línea de bajo al inicio de la monumental Girl I’ve Got a Date, interpretada por Alton Ellis. Por otro lado, cabe destacar la presencia de Carl Harvey –ex de The Aggrovators- a la guitarra solista y de Radcliffe Bryan, también en la guitarra pero a cargo del singular patrón rítmico sincopado. Sentado y en poder de las baquetas, Paul Douglas, otro veterano de la formación jamaicana. Quizá sea este último el que se haya visto afectado en mayor medida por el paso de los años. Le costó encontrar la manera de sumarse al beat y en ocasiones parecía que se había propuesto andar su propio camino al margen del resto de sus compañeros.
Como viene siendo habitual –y así lo voy destacando cada vez que tengo oportunidad- la cuota femenina resultó más bien escasa y se vio relegada a una pareja de acompañamiento vocal con Leba Hibbert Thomas, probablemente hija de Toots, como figura destacada.
La actuación propiamente dicha -el show- se desarrolló de forma totalmente lógica y previsible. Sin embargo, hubo tiempo para algún que otro sobresalto y, por desgracia, demasiadas ausencias. No descubro nada nuevo al afirmar que Toots obvió algunas de sus piezas más destacables. En total fueron quince cortes, bis incluido. En su mayoría, el público no pareció verse decepcionado por la selección. Corearon hasta el agotamiento con Time Tough –en la cuarta canción el que fuera compañero de Henry «Raleigh» Gordon y Nathaniel «Jerry» Mathias, en The Maytals, ya había demostrado con creces que le sobraba voz- y también al ritmo de la esperadísima (Take Me Home) Country Roads. A lo largo de la noche, Toots Hibert puso empeño en hacerse valer como músico y se esforzó con la guitarra electroacústica al son de Broadway Jungle y Bam Bam. Además, participó con un solo de armónica en la pieza que dio pistoletazo de salida al espectáculo: Monkey Man. Limitaciones aparte, se agradece la predisposición del jamaicano a participar del esfuerzo melódico colectivo. Fue casi un acto de solidaridad con sus compañeros. Sin embargo, como comentaba más arriba, si Toots brilla con luz propia no lo hace gracias a su habilidad como instrumentista.
Por su parte, Carl Harvey, tuvo la oportunidad de lucirse con sendos solos en Never Get Weary –pieza roots reggae publicada en 1981 y parte del LP Knock Out!– y también en el marco de la popular Funky Kingston. Justo aquí, me gustaría agradecer a parte de la familia de SoundSystem FM –Xavi, David y Ricard-, algunos comentarios e indicaciones. Sin su colaboración, esta crónica habría quedado necesariamente incompleta. La noche siguió adelante con Pomps and Pride, Louie Louie –popularizada por The Kingsmen en 1963- y One Eye Enos.
En el tintero, en el vacío de la existencia, quedaron, sin embargo, verdaderos tesoros del reggae como In The Dark, Sailing On, Just Tell Me, Sweet & Dandy o It Was Written Down; por seleccionar sólo algunas de las más conocidas. Los temas se alargaron innecesariamente. Unas veces abusando de solos instrumentales –sobre todo de guitarra- y teclado- que no acababan de estar a la altura de las circunstancias. Otras alargando los coros del público en un claro abuso del tradicional pregunta-respuesta -característico de los espirituales negros- como ocurrió en Pressure Drop.
Llegados a este punto no tengo otra elección. Debo frenar la narración en seco. Y es que, cuando el público aguardaba el inicio de la decimoprimera canción, justo después de Bam Bam, y sin tiempo a reaccionar, sucedió algo incomprensible. Algo hasta cierto punto injustificable que, al calor de la catarsis colectiva, pasó completamente desapercibido. Por motivos que nunca llegaremos a adivinar, Toots & The Maytals, una de las mejores bandas de reggae de la historia, con un repertorio de temas ska realmente envidiable, se aventuró a interpretar Guns Of Navarone. Y si fuera posible decir algo peor, diríamos que Frederick Hibbert se vio haciendo con su voz -la misma que hizo que lo llegaran a comparar con Otis Redding y otras leyendas del soul- la mundialmente conocida melodía para vientos. Así sucedió.
If You Act This Way, Six and Seven Books, You Make Me Feel The Way I Do… Éstas y muchas otras –con la única excepción de I Never Grow Old, que sí formó parte del repertorio- quedaron sepultadas y relegadas al olvido a cambio de un efímero y pasajero baño de masas. Son aquellas cosas que, por más que intente variar el enfoque, no acabaré de comprender jamás. Tampoco los aplausos y las ovaciones al acabar el bochornoso espectáculo.
Entre el público –que abarrotaba la sala Apolo– pude identificar alguna cara conocida. Al alzar la vista para comprobar la ocupación del palco, en uno de los extremos, vi como Fermín Muguruza disfrutaba del directo en compañía de una docena de personas. Una pequeña cinta roja delimitaba la zona donde se encontraba el que fuera cantante de Negu Gorriak y Kortatu, y también uno de los pioneros en lo que se refiere a la adopción de los ritmos jamaicanos en la península ibérica. Tenía curiosidad por saber si -en el fondo- el artista vasco esperaba poder escuchar Chatty Chatty (versionada por Muguruza en la célebre Sarri Sarri) de la voz de quien ha sido más que una simple influencia musical a lo largo de su carrera. Pensé, incluso, en la idea de preguntarle personalmente. Finalmente –y todavía desconozco exactamente el motivo- decidí abandonar mi propósito y dejarme engullir por la multitud escaleras abajo.
Pasaban algunos minutos de las once y media de la noche, la actuación tocaba a su fin, y el público era consciente de que solo había un final posible. 54-46 Was My Number –recibida entre vítores y ovaciones- culminó la velada. La canción que compuso Toots para explicar su experiencia penitenciaria, cabecera musical del imprescindible largometraje This Is England (Shane Meadows, 2006), acabó derivando en una suerte de epílogo instrumental interminable con toques de drum and bass. Y, sin más, se hizo el silencio. Una vez fuera, otro interrogante recurrente. ¿Le volveremos a escuchar en directo?
Texto: Isaac Arriaza
Imágenes: Laia Buira